Buenas notas buenas recompensas. 3


"¿Cómo unas simples fantasías pudieron convertirse en una obsesión tan grande, y como pudo esa obsesión convertirse en esta pasión que siento?"

Yo pensaba en esto mientras observaba a mi hermana en la alberca de su casa. Era la soleada tarde de un sábado, y mi hermana se bañaba en la alberca mientras yo, sentado en una silla al borde de la alberca, la contemplaba.

Ese día ella vestía un diminuto bikini de color amarillo, tanga por supuesto: la parte superior del bikini apenas cubría sus hermosos senos, y la parte inferior cubría muy poco por delante y prácticamente nada por detrás. Cuando salió del agua pude contemplar mejor su bello cuerpo de 1,56 metros de estatura y medidas perfectas. Ella salió chorreando agua de la alberca, y tomo una toalla para secarse un poco antes de dirigirse a donde estaba yo.

Habían transcurrido unas semanas desde aquel momento íntimo entre los dos en que nos revelamos mutuamente la desnudez de nuestros cuerpos, y la situación entre nosotros era extraña pero muy agradable y placentera. Aunque ya no había razones para "estimularme", porque el año escolar había culminado y estaba en plenas vacaciones (así que no había notas que mejorar); Ivonne cumplió con su palabra y la confianza entre nosotros continuo: en varias ocasiones en esas semanas ella y yo nos quitábamos la ropa y hablábamos por largo rato mientras nos veíamos desnudos, en mi habitación o en la de ella. Era como un juego para nosotros; yo se lo pedía y ella no se hacia rogar, por el contrario, accedía gustosa. Mientras estábamos desnudos hacíamos bromas, incluso chistes subidos de tono; pero ninguno daba un paso más allá. Parecíamos dos niños traviesos jugando un juego pícaro y prohibido por los adultos; quitarnos la ropa frente a frente mientras reíamos se había hecho una diversión excitante que sin embargo nos conducía por un camino inquietante.

En cualquier caso para mi era a la vez una tortura y un placer; porque aunque había llegado mas lejos de lo que soñé cuando intente espiarla en el jacuzzi hace meses y podía masturbarme con la imagen fresca de ella en mi mente; también era mortificante verla y no poder tocarla. La teoría de Ivonne de que se me quitaría un poco la obsesión y la "calentura" con ella al verla toda desnuda, porque ya no habría nada tabú que espiar; era un fracaso absoluto. Ahora estaba mas obsesionado y mas que nunca la deseaba; lo que es peor, mis remordimientos y prejuicios habían desaparecido y ella para mi era la hembra que yo deseaba que fuera mía sin dudas ni vacilaciones.

Esa tarde ella se acerco a mí con una de esas hermosas sonrisas que me dedicaba y viéndome con su carita de niña buena y alegre; se tumbo boca arriba en el camastro que estaba a mi lado y que usaba para tomar el sol.

-Mi amor, porque no entras al agua, esta muy rica. Estar sentado allí sin bañarte solo hará que te quemes al sol- me dijo en tono cariñoso.

-Tal vez más tarde Ivonne- dije, y una vez más me llamo la atención como desde que gane mi "premio" con cada vez mayor frecuencia yo la llamaba Ivonne, y con cada vez menos frecuencia la llamaba hermana. Era como si mentalmente estuviera terminando la metamorfosis de mi sentir hacia ella: de un sentir de hermanos, a un sentir de hombre por una mujer. A ella no parecía disgustarle el cambio, y parecía a gusto con que yo la llamara Ivonne; incluso parecía que las pocas veces que la llamaba hermana (a menudo frente a otras personas) ella parecía incomoda, como si le dieran un golpe que la trajera de vuelta a la realidad. Pero ese día estábamos solos y podíamos tratarnos con la confianza que el mundo nos negaría en otras circunstancias. 

-Pero de verdad la tarde esta esplendida Javi y el agua esta divina; ¡no me digas que estas aburrido!, ¿acaso no te agrada mi compañía? – me dijo

-¡No!, tu sabes que no es eso. Lo que pasa es que estamos los dos solos y lo único que hacemos es estar aquí en la alberca; no es que sea malo, pero es muy rutinario. Hemos disfrutado de esta alberca en muchas ocasiones; quisiera hacer algo distinto a la rutina, algo mas divertido.

-¿Y que llamas tu divertido y diferente a la rutina?- me dijo viéndome con cara divertida y picara- porque jugar a los nudistas ya es una rutina; además no podemos pasarnos todo el tiempo en eso, no debes acostumbrarte y tampoco es muy conveniente. ¿Qué otra cosa diferente y nueva te gustaría hacer?

-Bueno, a mi me gustaría que nos bañáramos en la alberca, pero desnudos.

-¿¡Que!? ¿¡Estas loco!?

-Bueno, tu me preguntaste. Es solo una idea, seria divertido bañarnos desnudos en la alberca; eso si seria algo loco y diferente.

-¡Si, pero imposible!, ¿te imaginas que alguien nos viera?: ¡Fin del Mundo! Aunque estuviéramos solos los dos, alguien podría llegar de improviso y no quiero ni pensarlo; ¿te imaginas la cara de tu madre?, ¿de tu papá?

Al pensar en esto último los dos nos reímos con ganas.

-No, definitivamente estas loco -dijo riéndose.

-Pero no me digas que no seria divertido algo tan loco y atrevido. Cuando eras adolescente, ¿nunca tuviste ganas de hacer algo totalmente loco y fuera de lo normal, una gran locura?-le dije riéndome también, pero hablando en serio.

-Bueno, claro que ganas de hacer locuras siempre tenia. Además, tuve mucho tiempo para vivir una loca juventud en su momento- dijo con un dejo de picardía y nostalgia en su voz y en su mirada. 

-Yo si desearía hacer algo alocado de vez en cuando, pero era solo una idea.

Ella se quedo pensando unos instantes, cuando de pronto se le ilumino el rostro con una sonrisa traviesa.

-Oye, tengo una idea- me dijo, y se paro del camastro.

-¿Qué?- le dije intrigado.

-Tranquilo, no te desesperes, ya lo veras.

Con su toalla termino de secarse bien el agua que aun le quedaba encima mientras yo la contemplaba extasiado. Luego tomo de un mueble cercano su pareo; era un bonito pareo de color azul, uno de varios que tenia en su guardarropa para usar en la playa o alberca. Se ato el cordón a la cintura, con lo cual quedo vestida de la cintura para abajo; y se calzo los pies con sus infaltables zapatillas altas.

-Ven conmigo, vamos-me dijo, al tiempo que me tomaba de la mano.

La seguí al interior de la casa; no vi a nadie, así que presumí que Gertrudis, la sirvienta de turno, estaría ocupada en la cocina. Atravesamos la sala y nos dirigimos a escalera principal; y por ella subimos rápido a la planta superior de la casa, sin que me soltara en ningún momento la mano (cosa que me agradaba, porque era un gesto cariñoso entre los dos). Caminamos por el pasillo que comunicaba con todas las habitaciones y nos detuvimos frente a la puerta de su cuarto.

-Espera aquí un poquito-dijo ella mientras entraba y cerraba la puerta. Al cabo de unos minutos salió vistiendo una de sus batas cortas y con otra toalla.

-Vamos-dijo mientras me conducía de la mano a mi cuarto. Entramos y ella cerró la puerta poniendo el cerrojo por dentro. Se quito la bata y vi que todavía llevaba puesto el bikini amarillo; coloco la bata cuidadosamente en mi perchero como siempre hacia.

-Bueno, tu querías bañarte desnudo en la alberca, pero como no se puede yo te tengo una idea mejor; ¡Vamos a bañarnos en tu regadera!

-¿¡En la regadera!?

-¡Si!, ¿No te gustaría bañarte conmigo?-dijo con una gran sonrisa y esa cara de niña "mala" que me desarma.

-¡Claro que si!, ¡Me encanta la idea! 

-Entonces vamos, no perdamos tiempo.

Rápidamente ella se quito el top del bikini y libero sus hermosas tetas; y después se bajo la tanga de hilo dental frente a mi dejando al descubierto una vez mas su sabroso coñito. De inmediato mi verga se puso dura como un roble, y sin pensarlo mucho yo también me despoje del traje de baño que llevaba debajo mostrándole a ella mi poderosa erección. Ella me vio con una mirada maliciosa, como siempre; y luego me dio la espalda para dirigirse al cuarto de baño de mi habitación, mostrándome el maravilloso espectáculo de su rico culo en movimiento.

Yo la seguí, y una vez dentro de mi baño, ella corrió la puerta corrediza semitransparente del espacio de la regadera; y entonces ella fue la primera en meterse debajo de la regadera. Llevaba un jabón que había traído de su habitación en el bolsillo de la bata, un jabón perfumado de esos que tanto le gustan. De prisa me metí yo también.

-¿Comenzamos?- me dijo.

-Si-respondí. 

Entonces ella abrió las llaves y comenzó a brotar el abundante y sabroso chorro de agua de la regadera. Ella fue la primera en mojarse y yo la contemplaba embelesado; no tengo palabras para describir la excitación que sentí al ver por primera vez el agua de una regadera recorrer todo el cuerpo de Ivonne frente a mis ojos. Era como una visión onírica, la visión de uno de esos sueños eróticos que en ocasiones tenemos por la noche y del que no deseamos despertar jamás. Pero era más poderoso todavía que eso, era como una visión producto de un éxtasis místico.

El agua descendía desde su hermoso cabello, mojado hasta la raíz; y caía en cascada sobre aquel rostro por el cual un hombre seria capaz de dar su vida. El agua acariciaba cada centímetro de ese rostro de ensueño; y besaba aquellos labios de ángel cuyos besos todos codiciaban. El agua seguía su curso por su cuello para descender en su pecho; y allí tenía el gran placer de abrazar aquellos grandes y preciosos senos. El agua goteaba de sus erectos pezones, como si cada gota empujara a la anterior para poder aferrarse a uno de esos sabrosos picos; y luego los chorros de agua se deslizaban "ladera abajo" acariciando toda la extensión de esas jugosas "frutas" que eran sus tetas. La desvergonzada agua seguía su curso por aquella llanura que era su vientre y se encontraba con la parte más apetecida de su anatomía: la deliciosa rajita de su sexo, esa rajita cubierta por su delineado y fino bello púbico. Mi cabeza estallaba con lujuriosas imágenes cuando veía como esa impúdica agua inundaba la rayita de vellos que cubría su conchita y se introducía en la cavidad húmeda de su sexo, como si la follara con su ejército de miles de gotitas cristalinas. No contenta con profanar el sagrado recinto que todos los hombres desearían explorar, el agua recorría sus torneadas y hermosas piernas como si las fuera besando en su camino; para terminar postrándose en sus lindos pies. 

Yo no podía creer que todo aquello fuera real, que no fuera un sueño; que aquella bellísima mujer fuera mi hermana, que estuviera bañándose totalmente desnuda frente a mí, provocándome, haciendo que mi sangre hirviera y a mi cuerpo lo recorriera una energía que me ponía al borde de una violenta erupción. "¡Dios, porque me das tanto placer y al mismo tiempo me castigas así!", pensaba yo temblando ante aquel hermoso espectáculo; es difícil que entiendan lo que yo vivía en esos momentos. Aunque el espacio de mi regadera era grande para ser el área de una regadera, y era lo suficientemente grande para estuviéramos los dos sin tener que apretujarnos uno contra el otro; el espacio se hacia pequeño por lo excitante de la situación y la tensión sexual que había en el aire. Yo trataba de bañarme como si nada, pero lo anormal de la situación me tenía a mil.

-Javi- me dijo- deja que te ayude. Voltéate y deja que te enjabone la espalda mi amor. 

¡Aquello tenia que ser un sueño, una fantasía sexual!; pero no, era verdad y yo me moría de contento. Me voltee y me deje hacer.

-Estas tenso mi amor, relájate que yo me ocupo de tu espalda- dijo mientras sus delicadas y suaves manos recorrían toda mi espalda frotándome el jabón, con tal maestría que parecía una experta masajista terapéutica. Era una sensación muy placentera, relajante y excitante a la vez; mis tensos músculos se rendían a los sutiles movimientos de sus manos que describían estelas sobre el mar de mi piel, mientras mi libido reaccionaba al tacto de esas manos y a la peligrosa cercanía de su cuerpo. En un momento dado sus tetas llegaron a rozar mi espalda y yo sentí como se me ponía la carne de gallina; claro que ella se echo para atrás enseguida. Luego de unos minutos ella termino y me mando a quitar la enjabonada con el agua.

-¿Quieres que te ayude yo ahora?, ¿te enjabono la espalda?-dije en el colmo de mi excitación.

-¡Claro!, pero recuerda que es solo enjabonar- me contesto con una risa.

Ella me paso el jabón y me dio la espalda; con nervios y algo de timidez al principio yo puse mis manos sobre su preciosa espalda y sentí como una corriente eléctrica en mi cuerpo cuando empecé a acariciar su suave piel. Su piel era realmente muy suave, era tan delicada que no parecía la piel de una persona de su edad que ha estado expuesta tantos años a los elementos; era la piel ideal para una mujer, la que todo hombre desea acariciar sin descanso. Mis manos comenzaron a trazar su camino por aquel mar de tierna carne, tocándola como quien toca algo muy frágil y valioso. Estrujaba el jabón con cuidado pero con cada vez mas fuerza; mis manos subían y bajaban, iban de un lado a otro, recorriendo todo su espacio. El aroma intenso a fresas de su jabón aromático, confundido con el aroma de su cuerpo de hembra, me tenía embriagado; yo quería acercarme a ella, quería buscar la intimidad entre su cuerpo y el mío, necesitaba rozar su cuerpo y sentir el tacto entre nuestras dos pieles. Con cuidado fui acercándome a ella, acortando la pequeña distancia entre nosotros; como tenia la verga erecta al máximo, como si estuviera a punto de estallar, al acercarme la punta de mi verga hizo contacto con la raja de su culo. Ella dio un pequeño respingo al sentir el contacto con el duro palo, pero no hizo ademán de apartarse; por eso le acerque más la punta de mi mástil, restregándoselo suavemente en su culo. La cabeza de mi verga parecía querer abrirse paso en aquella sabrosa y grande raja; parecía tocar a la puerta para entrar. Yo acercaba mi cara a su nuca y ya mi cálido aliento debía sentirlo ella; quería aspirar fuertemente el aroma de su cabello mojado. Ya no pensaba, solo deseaba; de pronto desee rodearla con mis brazos y darle la vuelta para besarla y hacerle el amor allí mismo. Quería sentir como seria penetrarla de verdad, hundir mi verga en sus carnes; comencé a deslizar mis manos por sus costados con la idea de alcanzar su pecho y agarrar sus tetas, antes de voltearla hacia mí. Pero de pronto, adivinando quizás mis intenciones, ella rápidamente se echo para adelante separándose de mi. 

-Bueno, creo…creo que ya mi espalda esta lista por hoy, gracias Javi-me dijo levemente nerviosa- vamos apúrate que no has terminado de enjabonarte el resto del cuerpo y no podemos pasarnos todo el día aquí, ¿te imaginas que a alguien se le ocurra buscarnos?; voy a tener que sacarte del baño a empellones como cuando eras pequeño-agrego con una risita.

Su reacción me desubico por completo, pero surtió el efecto deseado por ella porque en medio del desconcierto me acobarde y desvié la mirada de ella para concentrarme en mi higiene. Ella se hacia a un lado cuando yo me metía debajo de la regadera, y yo hacia otro tanto cuando le tocaba su turno a ella. Yo estaba algo molesto, porque después de casi alcanzar un momento cumbre, y cuando creí que ella se entregaría; de pronto me sale con aquel corte violento, pero también sabia que por mas que lo deseara no era un paso fácil ni para ella ni para mi. Ella debió darse cuenta de mi decepción y enojo, por su cara de cierta vergüenza o pena. 

Finalmente ella se había lavado casi todo el cuerpo, solo le faltaba una parte: su rica concha, aquella rajita cubierta de vellos que era la imagen más recurrente en mi cabeza por aquellos días. Yo imaginaba que ella tenía cierto pudor de asearse su vagina en frente de mí, por lo que lo había dejado para el final y seguramente lo haría de espaldas a mí. Para mi sorpresa ella se coloco de frente a mi, y bajando la vista a su parte inferior, con sus delicadas manos comenzó el trabajo de asearse su deliciosa concha; ella abrió muy suavemente los labios mayores y menores de su vagina, y se lavo entre ellos. Ella aplico suavemente tracción sobre el capuchón de su clítoris en dirección del ombligo mientras se lavaba las superficies expuestas. Ella me estaba obsequiando el mejor espectáculo de mi vida hasta ese momento, porque ver su coño por fuera era una cosa, pero ver como lo abría ante mi para lavar lo mas intimo de su vulva era otra cosa mil veces mas excitante; yo nunca pensé que ver a una mujer lavar su cuca fuera tan estimulante. Olvide mi enojo y me quede hipnotizado, con ganas de ser yo el que estuviera con mis manos lavando con extrema gentileza y delicadeza aquella parte sagrada del cuerpo de ella y de toda mujer. Fueron solo unos instantes pero muy intensos, ¡y yo no podía desahogar la presión que había en mi verga! Esta de más decir que yo no pude asearme el pene, porque con mi erección era imposible correrme la piel del prepucio.

Poco después acabamos nuestro particular baño, aunque yo hubiera querido continuar para siempre; ella se seco con su toalla mientras yo hacia lo propio con la mía. Al igual que en otras oportunidades que habíamos estado desnudos juntos, yo pude observar de reojo como ella me veía con interés la verga cuando creía que yo no me daba cuenta. Si, ella parecía gozar viéndome la verga tanto como yo gozaba viéndole las tetas, el culo y la cuca; para mi parecía evidente que ella también se excitaba con lo que estábamos haciendo (aunque tratara de ocultarlo torpemente), y la experiencia en la regadera me lo confirmo.

Ya secos salimos del baño, y sin prisa ella empezó a ponerse un sexy conjunto de ropa interior blanco que había traído de su cuarto en un bolsillo de la bata. Tanto como gozaba viéndola desvestirse, yo gozaba viéndola vestirse; verla subirse las pantaletas después de enseñarme lo que muchos hombres matarían por ver y que yo tenia el privilegio de devorar con mis ojos. Luego ella se despidió de mí con un beso en la mejilla y se marcho de mi habitación.

Apenas se marcho tuve que masturbarme violentamente para desahogar la presión en mi verga; desde la primera vez que la vi totalmente desnuda no me había masturbado con tanta necesidad. Luego de asearme para deshacerme de la leche que eyacule, me acosté en mi cama a meditar todavía excitado por lo ocurrido. "¿A que esta jugando Dios mío?", me preguntaba una y otra vez en mi cabeza; ella sabia lo que provocaba en mi, estaba consciente de lo mal que me ponía con sus incitaciones, de que me ponía como un animal en celo con sus retos. Ella sabia que me ponía cachondo hasta el límite, que me ponía hambriento y luego me dejaba con ese insaciable apetito insatisfecho. Sabia que hacerle eso a un hombre era un suplicio, una verdadera tortura que otro hombre no podría soportar impasible; solo nuestra "especial" situación hacia que yo me contuviera, porque pese a todo no quería "sobrepasarme" con ella y dañar nuestra relación.

Así era la historia, al menos como me gusta contarla. Lo que si es un hecho, es que yo no conocía el secreto “familiar “ que ella tenía, después me enteré y mi relación con mi hermana entonces tomó otro cause. Bien dicen por ahí, información es poder!, y más si sabes como utilizarla. 



Besitos


Dra. Tentación



Fotos: inthecrack.com


Imágenes solo de carácter ilustrativo y propiedad de sus creadores originales.



















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